Noticias Internacionales por Rafaela Batalla.
Trump anuncia una nueva estrategia militar para Afganistán.
El senador John McCain, uno de los legisladores republicanos más combativos con Donald Trump -él fue uno de los que impidió el desmantelamiento de Obamacare-, se enfrentó al secretario de Defensa, el general James Mattis,
en una comparecencia en el Senado el pasado junio. «Queremos una
estrategia y no creo que sea pedir mucho», le espetó McCain sobre los
planes militares en Afganistán, un conflicto que parece no tener fin.
«Ya han pasado seis meses desde el inicio de esta Administración.
Todavía no tenemos una estrategia sobre Afganistán».
Las palabras
de McCain se producían poco después de que Mattis reconociera algo que
incomoda a las tropas, a sus superiores, a la clase política y a la
opinión pública estadounidense: «No estamos ganando en Afganistán». A
comienzos de este año, el comandante de las fuerzas armadas estadounidenses en Afganistán, el general John Nicholson,
admitió que la guerra «está en un callejón sin salida». Ayer, Donald
Trump dio el primer paso para cambiar el rumbo de un conflicto embarrado
contra los talibanes y otros grupos terroristas islamistas en la
región.
El presidente hizo precisamente lo que McCain pedía:
anunciar una nueva estrategia militar y política en Afganistán, donde
EE.UU. inició un conflicto hace casi 16 años sin que haya indicios
siquiera de una victoria contra los radicales ni de una
estabilización del país. A finales del año pasado, solo un 57% de los
distritos del país estaban controlados por el Gobierno de Kabul, un 15%
menos que el año anterior. Además de un aumento de la presencia de los
talibanes, los estadounidenses también tienen que contener el empuje de
la rama de Daesh en el país -el Estado Islámico en Jorasan- y de la
guerrilla Haqqani.
Desde Fort Myers
Trump trató de darle
un carácter de máxima importancia al anuncio. Lo hizo en una
comparecencia en televisión a las nueve de la noche (tres de la
madrugada de hoy en España), horario de máxima audiencia. Es la primera vez que aparecía en la pequeña pantalla en este formato desde su discurso ante el Congreso en enero,
poco después de su investidura (en aquella ocasión dio una de las
mejores versiones de Trump que se recuerdan, con un discurso centrado en
su agenda política, presidencial y sin salidas de tono). Lo hizo además
desde la base militar de Fort Myers, en Virginia, al lado del
cementerio de Arlington, donde descansan los cuerpos de cientos de
soldados muertos en Afganistán.
Trump quiso también guardarse todos los detalles sobre en qué
consistirá su nueva estrategia hasta el momento del discurso. Al cierre
de esta edición, todo apuntaba a que apostaría por aumentar las tropas
en Afganistán y presionar al Gobierno afgano para combatir la corrupción
y a sus aliados internacionales para que aumenten sus contribuciones a
la causa.
El presidente ya adelantó que había avanzado en el rediseño de la estrategia durante el fin de semana,
después de meses en los que ha revisado las opciones disponibles junto a
las autoridades militares. «Un día importante en Camp David junto a
nuestros talentosos generales y líderes militares», tuiteó desde la base
militar en el estado de Maryland. «Se han tomado muchas decisiones,
también sobre Afganistán».
El propio Mattis, que estuvo el fin de
semana en Afganistán, aseguró durante un vuelo con destino a Ammán
(Jordania) que «el presidente ha tomado una decisión». Aunque no quiso
dar detalles de la nueva estrategia, el ex general aseguró estar
«satisfecho de que el proceso estratégico fuera lo suficientemente
riguroso». El secretario de Defensa recibió en junio la
autoridad para engrosar las tropas estadounidenses en el país asiático
con casi 4.000 efectivos, pero declinó aprobar el envío de personal hasta que la Casa Blanca no acordara una estrategia definitiva sobre Afganistán.
Ayer
se daba por hecho que Trump acordaría el envío de tropas, junto con un
endurecimiento de las condiciones de apoyo al Gobierno de Kabul y al
vecino más conflictivo, Pakistán. Esto supone que Trump se ha inclinado
por la opción militarista, después de mantener un discurso populista
sobre la presencia de soldados estadounidenses en todo el mundo. En
2013, con Obama en el poder, abogó por una «salida rápida» de las tropas
del país. «¿Por qué hay que seguir tirando el dinero? ¡Reconstruyamos
EE.UU.», aseguró en Twitter.
Salida de Bannon
Ese fue el
discurso que favoreció también durante las elecciones, con sus bases
electorales castigadas por una guerra que se cobra vidas todos los meses
y en la que el beneficio para EE.UU. no es aparente. Steve Bannon,
presidente de su campaña y estratega jefe de la Casa Blanca, se mostró
siempre contrario a inyectar más tropas e incluso defendió el uso de
milicias privadas. Pero Bannon salió de la Casa Blanca la semana pasada
-en la última sacudida de la Administración Trump- y quizá no sea una
coincidencia que el presidente realice ahora el anuncio. A favor de no
debilitar la presencia militar en Afganistán estaban los generales de su
Gobierno: Mattis, H.R. Mc Master -asesor de seguridad nacional
y John Kelly, su nuevo jefe de Gabinete y cuyo hijo murió en esta
guerra como marine. Todos coinciden en que la salida de tropas que
apoyan a Kabul provocaría el colapso del Gobierno afgano, inestabilidad y
un vacío que aprovecharían los grupos terroristas. En la actualidad hay
8.400 efectivos estadounidenses desplegados en Afganistán, frente a los
más de 100,000 que llegó a haber durante el mandato de Obama.
Vía: ABC Internacional.
Las palabras de McCain se producían poco después de que Mattis reconociera algo que incomoda a las tropas, a sus superiores, a la clase política y a la opinión pública estadounidense: «No estamos ganando en Afganistán». A comienzos de este año, el comandante de las fuerzas armadas estadounidenses en Afganistán, el general John Nicholson, admitió que la guerra «está en un callejón sin salida». Ayer, Donald Trump dio el primer paso para cambiar el rumbo de un conflicto embarrado contra los talibanes y otros grupos terroristas islamistas en la región.
El presidente hizo precisamente lo que McCain pedía: anunciar una nueva estrategia militar y política en Afganistán, donde EE.UU. inició un conflicto hace casi 16 años sin que haya indicios siquiera de una victoria contra los radicales ni de una estabilización del país. A finales del año pasado, solo un 57% de los distritos del país estaban controlados por el Gobierno de Kabul, un 15% menos que el año anterior. Además de un aumento de la presencia de los talibanes, los estadounidenses también tienen que contener el empuje de la rama de Daesh en el país -el Estado Islámico en Jorasan- y de la guerrilla Haqqani.
Desde Fort Myers
Trump trató de darle un carácter de máxima importancia al anuncio. Lo hizo en una comparecencia en televisión a las nueve de la noche (tres de la madrugada de hoy en España), horario de máxima audiencia. Es la primera vez que aparecía en la pequeña pantalla en este formato desde su discurso ante el Congreso en enero, poco después de su investidura (en aquella ocasión dio una de las mejores versiones de Trump que se recuerdan, con un discurso centrado en su agenda política, presidencial y sin salidas de tono). Lo hizo además desde la base militar de Fort Myers, en Virginia, al lado del cementerio de Arlington, donde descansan los cuerpos de cientos de soldados muertos en Afganistán.
Trump quiso también guardarse todos los detalles sobre en qué consistirá su nueva estrategia hasta el momento del discurso. Al cierre de esta edición, todo apuntaba a que apostaría por aumentar las tropas en Afganistán y presionar al Gobierno afgano para combatir la corrupción y a sus aliados internacionales para que aumenten sus contribuciones a la causa.
El presidente ya adelantó que había avanzado en el rediseño de la estrategia durante el fin de semana, después de meses en los que ha revisado las opciones disponibles junto a las autoridades militares. «Un día importante en Camp David junto a nuestros talentosos generales y líderes militares», tuiteó desde la base militar en el estado de Maryland. «Se han tomado muchas decisiones, también sobre Afganistán».
El propio Mattis, que estuvo el fin de semana en Afganistán, aseguró durante un vuelo con destino a Ammán (Jordania) que «el presidente ha tomado una decisión». Aunque no quiso dar detalles de la nueva estrategia, el ex general aseguró estar «satisfecho de que el proceso estratégico fuera lo suficientemente riguroso». El secretario de Defensa recibió en junio la autoridad para engrosar las tropas estadounidenses en el país asiático con casi 4.000 efectivos, pero declinó aprobar el envío de personal hasta que la Casa Blanca no acordara una estrategia definitiva sobre Afganistán.
Ayer se daba por hecho que Trump acordaría el envío de tropas, junto con un endurecimiento de las condiciones de apoyo al Gobierno de Kabul y al vecino más conflictivo, Pakistán. Esto supone que Trump se ha inclinado por la opción militarista, después de mantener un discurso populista sobre la presencia de soldados estadounidenses en todo el mundo. En 2013, con Obama en el poder, abogó por una «salida rápida» de las tropas del país. «¿Por qué hay que seguir tirando el dinero? ¡Reconstruyamos EE.UU.», aseguró en Twitter.
Salida de Bannon
Ese fue el discurso que favoreció también durante las elecciones, con sus bases electorales castigadas por una guerra que se cobra vidas todos los meses y en la que el beneficio para EE.UU. no es aparente. Steve Bannon, presidente de su campaña y estratega jefe de la Casa Blanca, se mostró siempre contrario a inyectar más tropas e incluso defendió el uso de milicias privadas. Pero Bannon salió de la Casa Blanca la semana pasada -en la última sacudida de la Administración Trump- y quizá no sea una coincidencia que el presidente realice ahora el anuncio. A favor de no debilitar la presencia militar en Afganistán estaban los generales de su Gobierno: Mattis, H.R. Mc Master -asesor de seguridad nacional y John Kelly, su nuevo jefe de Gabinete y cuyo hijo murió en esta guerra como marine. Todos coinciden en que la salida de tropas que apoyan a Kabul provocaría el colapso del Gobierno afgano, inestabilidad y un vacío que aprovecharían los grupos terroristas. En la actualidad hay 8.400 efectivos estadounidenses desplegados en Afganistán, frente a los más de 100,000 que llegó a haber durante el mandato de Obama.
Vía: ABC Internacional.
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